¿Para dónde viro?
A la
parsimonia del agua derramándose de a poquito
suspiros que
no logran besar los ventanales
cochera
llenándose de musgo
cuatro de la
tarde y sin café.
Al empeño inútil
de seguir rizando rizos
en aparatosa
maquinaria que no va a ningún lado
intentos tibios
de ordenar en fundas plásticas
basura colosal
de templos comerciales
que inundan
con rapidez el mar.
Al
desencanto irresponsable
si el hambre
se encuentra en cualquier parte
confundida en
acrobáticas manos
en huidizos
ojos negros
posados
diestros en tejados y vitrales.
Al despecho
fácil
si matamos a
pedradas la esperanza
con absurdos
inverosímiles que no llenan las canastas
mientras estelas
pueblan grises
esquinas de
mujeres solas delirando realidades.
A
convenientes cotos escondidos
que alcanzan
a las nubes
abstracciones
máximas con olor a incienso y soledad
el último
lugar a pisar con pies descalzos, dirías,
mientras
sangras por frente y manos doloridas.
A empinados
palacetes
donde ágil se
parquea la torpeza
y días que
no fluyen
detenidos en
espesos cortinajes
impiden que
pase el sol.
A la total
indiferencia con que el mundo
saluda a los
dioses del absurdo
mientras
acabamos los recursos que nos quedan
las selvas
encalvecen
y matamos
los sueños coloridos.
A farallones que encarcelan
infantes
gritos doloridos
avenidas
donde se abren los volcanes
dando paso a
alientos gélidos
con negros
nubarrones dibujándose en lo alto.
A la infamia
de la vidas
que se
cuelgan otras vidas
y no
escuchan y no miran
como caen los
gorriones
ennegreciendo
los caminos.
¿Para dónde
viro, Señor, para dónde?