sábado, 17 de noviembre de 2012

Perdiendo todas las batallas


















Sonidos de puertas que se cierran
rompen el silencio cargado de la tarde
suspiros de empeños truncos
reptan rígidas paredes en marcial escuadra
y trompetas graves doloridas
 anuncian que hoy intentaremos
inútil batalla contra el tiempo.
Y te busco.
Y no estás.

Recuerdos de fúnebres graznidos
se vuelcan sobre frías sábanas deshabitadas
moliendo escarchas grises
curiosa fantasía que regresa cobijada de neblina
y me lleva a la certeza que perdimos
cruenta  batalla contra el tiempo.
Y te busco.
Y no estás.

Agónicos resplandores
reflejos de cóncavos espejos
devuelven imágenes truncas
y remolinos de guitarras
entonan  himnos de hazañas imposibles
sacrílegas sonatas ratifican resultado
de fatuos humanos que lucharon contra el tiempo.
Y te busco.
Y no estás.

Dejo que la vida siga el curso
que grafitee  sórdidas historias
en crudos pergaminos
y me veo tendida en el camino
 el viento volcado en mis cabellos
dibujando  arabescos sobre polvo del olvido
de épicos relatos que ya nadie recuerda.
Y ya no te busco.
Y tampoco estás.

Geranio ingrato



 Pretendiendo que no vuelves
tu recuerdo se fragmenta
diluyéndose en el caudal del tiempo,
lo veo partir en hojas tarde
mas regresa apropiado
de incompletas ecuaciones que me asombran
agarrándose de los huesos
inundando de geranios los espacios.

Pretendiendo que no estás
cierro puertas con insistencia
pero los reflejos de nuestras horas
se reproducen en las células como un torrente
y su huella se adhiere a la columna dual del ADN.

Pretendiendo que no vienes
 tu presencia  se aleja mariposa inquieta
mas persiste oculta en mis cabellos
revoloteando con el viento
cruza fronteras infranqueables que estaban allí
desde cuando no sabía que el amor llega tan lejos.

Pretendiendo que no eres
le pintas geranios a la luna
con un pincel de esperas
que se nutre en lo profundo de tus ojos
y repites antiguos mantras
transportan a planicies arena sol
a ejércitos de picos puntiagudos que rayan nubes
reflejados en celestes lagunas solitarias.

Pretendiendo que no te amo
volutas grises me envuelven
por recorridos serpenteantes de la Ronda
en tardes andinas bañadas de sol
y te paseo pegado a mi piel
escondidas rutas de insomnio
laberínticos caminos de locura.

Pretendiendo que no vuelves
geranio ingrato
                vuelves siempre
sin volver.

lunes, 22 de octubre de 2012

Octubre



Llueve













Llueve con furia
chorrean cristales
vuelan  gorriones a refugiarse en los árboles
pedazos de cielo
me empozan el alma
huérfana de gorriones me quiebro en el talle.

Se lavan los cerros
braman  ríos arriba en lo alto
se borran los cauces
se ensanchan las aguas que vienen bajando
 estruendo de palos golpeando a su paso.

Cerramos las casas
avivamos el fuego
el viento aúlla golpeando en el patio
se enciende el cielo con truenos, relámpagos
se revuelven las aguas buscando otro cauce.

Llueve con furia octubre en mi alma.

viernes, 14 de septiembre de 2012

A mi lado tú



A mi lado tú
por agrestes y andinas crestas
concibiendo sueños  de venados
coloridas esponjas de páramos
escuchando el viento pasar por los rastrojos
pretendiendo atrapar entre los dedos
acuosos hilos que caen de las nubes.

A mi lado tú
sumergidos pies en inquietos manantiales
sonrisa serpentina
aguamanil de patos
nervioso presagio de conejos
carne suave atrapada en fauces lobas.

A mi  lado tú
caldera ardiente
borboteo espeso de grandes rocas
altas fumarolas que despiden
suspiro tétrico de la Tierra,
volutas espesas matizando nieves.

A mi lado tú
cálida cueva
explosión universal de musgos y helechos
aletas ateridas, frío hasta los huesos
reptando paredes revestidas
y al fondo un olor a tierra húmeda.

A mi lado tú
incrustando de adioses el paisaje
a que te olvide, iluso trovador.

sábado, 21 de julio de 2012

Encontrándote de nuevo


Esta tarde en que el sol despliega sus rayos con pereza
el rugido de los carros se escucha lejos
mientras niños beben tiempo en el pecho de sus madres
y apurados transeúntes birlan diestros
obstáculos como  tablero de ajedrez,
esta tarde, digo, te encontré caminando distraído
pisoteando un collage de  baldosas despintadas
con ese andar que tienes
como si la tierra no estuviese palpitando a tus pies.
No pude detener el llamado a arrebato que salía de mi pecho
y  con un hola ¿cómo estás?
Aquieté mi corazón.

No lo sabes pero imaginé este encuentro miles de veces
y otras mil repasé inteligente diálogo que esconda mis deseos
y las ganas de sentirme en tu piel
reflejarme en esos pedazos de azul cielo que coronan tu rostro veraniego
beberme la impaciencia de estos años
de traspatios, de rincón.

Respondiste sorprendido
-¿Qué haces, a quién canta la mañana?-
Tuve que callarme
que las notas matutinas venía de tu boca
que hace mucho deambulo por las calles
repasando en el recuerdo un camino de retamas
que te busco desde siempre
 y no encuentro en otros brazos tu calor
que los furtivos encuentros  que intento
me recuerdan que no estás.

Miro de reojo el paisaje, respondí,
 como una niña a la que sus padres
encuentran  embadurnada de pastel,
retorciéndome las manos que volaban
a sacarte pedacitos de rocío que relucían
en el dorado tono de tu piel.
Cerré los ojos que sin permiso recorrían
Atrevida abertura que desde la camisa me guiñaba
invitándome a necesario recorrido por tu amada anatomía
mientras pájaros indiscretos sobrevolaban las alturas
y con su trinos me decían
que te ame como nunca, como siempre que te ame
 que no importan las decenas de curiosos
ni sus risas de acordeón.
Menos mal, más mal que menos
 me acostumbré a mis portes de señora
y con gesto indiferente  dibujé en el aire un adiós.

-No te vayas- me gritaste,
te he buscado  pueblecito montañero
en las rocas encumbradas de los Andes
llorando noches encendidas por la luna
con la quena que inútilmente intenta notas
que lleguen a tu oído,
que no puedo, que no vivo
y no logro apagar mi sed
que tu cuerpo se dibuja entre las sábanas
enredándose  y esculpiendo travesuras
que me miras desde el azul de las montañas
y tu rostro aparece en el fondo de los lagos
y las gotas que me empapan saben a mar.

No me fui,  contesto presurosa,
 nunca pude, me llevaste cobijada en la sombra de tu vientre
en los versos que escribiste en el remanso de las olas
tierno instante en que el amor nos visitó.

 Y caigo en cuenta que me miran los curiosos
nuevamente he inventado  diálogo vespertino
con el que recibo a la noche mientras se oculta el sol
 y me acomodo la bufanda arco iris que uso siempre
para aliviar el invierno sin tu voz.