miércoles, 27 de octubre de 2010

EXTRAVIO (A Maria Augusta)

Quiero bañar mi cuerpo en salobres aguas nadando como un veloz pez, zambullirme dando giros sintiendo la efervescencia de millones de burbujas que muevan mis escamas, surfear las grandes olas y estrellarme en los acantilados, que mi humanidad se deshaga en espuma y recomponerme, reafirmarme, rearmarme nuevamente y volver a empezar.

Quiero plantarme de cara al viento, despeinarme los cabellos con furioso embate, acostarme en los acantilados y descascararme la piel reseca por el sol, extender mis alas subir y bajar traspasando nubes, inflar los pulmones y volar por desconocidas geografías, ver mi sombra proyectada en el desnivel de la tierra y sus irregularidades y llenar mis ojos de inmensidad.

Quiero saltar por riscos y cascadas alterando soledades con mi canto, envolverme en arenas calientes, en inquietas dunas que avanzan y retroceden, recorrer los surcos como un reptil; remontar el Amazonas y perderme en las misteriosas redondeces de sus boas gigantescas,
sobresaltarme con los colores y tamaños de su flora que invade, repta, trepa, y se adentra en la tierra, en el agua y hasta en ella misma y chapotear en sus negras y encerradas lagunas
espantando con los brazos a inverosímiles y multicolores aves.

Quiero planear como cóndor las escarpadas laderas de los Andes y bajar hasta donde borbotean pulverizadas rocas, contaminarme con las cenizas y el azufre de sus pavorosas chimeneas para ver si puedo borrar de mi memoria las palabras y tratar de morir de saciedad.
Quitarme los recuerdos, hasta los más pequeñitos y cuando no tenga ningún vestigio de lo vivido: reinventar historias, recrear caminos, seguir vagando buscando cosas cuyos nombres no recuerdo.

Quiero guardar mis cofres con caracoles, perlas y corales, fantásticos presentes de antiguos dioses sumergidos y llenar mis odres con exquisitos vinos con cerveza y agua miel, maravillarme con las flores que se sostienen en sitios insospechados por las formas de las nubes que cambian sin sentido o con sentido o qué más da y por todas las cosas que se agrupan, que se juntan sin un orden conocido, un rompecabezas cuyas puntas se atraen y se ensartan formando extrañas figuras.


Quiero regresar la mirada a los granos de arena de una playa, al movimiento de hojas de árboles que no puedo ni nombrar o al perfil de las montañas con sus contornos imposibles: cuadradas, puntiagudas,  demasiado circulares, grandes redondeces dibujadas así, a propósito, por traviesos chiquillos o por duendes o por magos o por Dios, solamente para despistarme y que me extravíe como hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario