domingo, 25 de marzo de 2012

Como beso de volcanes

Risa verde peinando prados
nostálgica canción haciendo eco en las quebradas
grito de libertad planeando riscos
mientras millones de hilos llenan de nutrientes
suave esponja de los  páramos.

Beso húmedo de volcanes
abriendo surcos en la tierra
danza inquieta, saltarina
borboteando alegre
grafiteando rocas a su paso.

Jardinera de singular geografía
repartiendo flores a su paso
vida que baja con aliento a cóndores
bajo titilante mirada
de alucinantes cielos estrellados.

Manto gris perlando bosques
deseo irresistible que arrastra al mar
a ser parte del suspiro de la tierra
de puntuales mareas
que alunadas sacuden costas lejanas.

Gusto redomado de lamer bohíos y cafetales
 explosiones de color pueblan las costas
y el olor a café y cacao se entremezclan
con el de la fruta madurando en sus riberas
al ritmo de nostálgicas guitarras que rasgan penas.

Deseo de vida desabrochando espigas
sin mapas ni puntos cardinales
sin nada que detenga su paso
ni irreverentes pretensiones de mortales argucias
tristes reflejos de precarias épocas.

Y seguiremos sin escuchar las voces
de Mamas llevando caracolas
de Taitas remolinando tempestades 
de guaguas cantando a la mañana
huipalas  desplegadas al viento de su marcha milenaria.

Y elevarán su queja los volcanes
pobres gorriones al viento
sucumbiremos ante la indignación de la Pacha Mama.

jueves, 8 de marzo de 2012

Una Hijueputa Pelucona

Bueno, gracias a mi Presi, sé que hay pelucones, súper pelucones, pelucones venidos a menos, pero acabo de descubrir que hay un nuevo grupo y son los hijueputas pelucones y lo peor es que creo que yo soy una de ellos. ¡Sí, sí! con sorpresa, he hecho este insólito descubrimiento, en los últimos días.
Los pelucones por supuesto son los que tienen dinero, estatus, relaciones y te miran como si te estuviesen haciendo un favor. Ellos saben que son pelucones y que el resto del mundo es una categoría inferior que esta ahí para satisfacer sus caprichos. Eso lo sabe todo el mundo.
Los súper pelucones son los que se sienten superiores a los pelucones ya mencionados y saben que son ellos, en verdad,  los que dominan el mundo, aunque nadie más lo sepa, ni el viento se mueve sin su mirada desafiante. Deciden lo que pasa en el país, por supuesto se valen de los pelucones para que esto suceda.
Los pelucones venidos a menos son aquellos que quisieran seguir siendo pelucones pero por cosas de destino o de un movimiento inadecuado de la Bolsa perdieron su patrimonio y ahora tienen hasta que conseguir empleo para sobrevivir o en el mejor de los casos casarse apresuradamente con alguna pelucona, que aún los es y poder regresar al Olimpo; y finalmente, los hijueputas pelucones, a los que creo pertenezco, son aquellos que no saben que son pelucones, escuchan cada sábado las cadenas del Presi asintiendo a todo lo que dice y alegrándose cuando insulta a los otros pelucones o aplaudiendo cuando arregla todos los entuertos de este punetero país. Salen ocasionalmente a las marchas, cuando el caso lo amerita, por supuesto estuvieron en las calles el 30-S, para rescatar al Presi, aunque, no vestidos apropiadamente para la ocasión, porque no fueron informados de lo que los chapas harían ni de que las cosas se complicarían tan rápido. Generalmente son de izquierdas, como se dice en Europa, a veces son cultos pero siempre están muy bien informados de lo que pasa en el mundo. Se alegraron cuando fue elegido Obama pero la alegría les duro poco y ahora creen que en el imperio nada cambia y que la posición un poco belicosa del Presi en el contexto internacional es la correcta. Sus hijos estudian en colegios y universidades pagadas, a veces con becas a veces sin ellas, porque hay que estar dentro para conocer al enemigo; así sus hijos se van preparando para asumir el poder cuando sea necesario.
Seguramente querrán saber cómo descubrí que pertenezco a este grupo, pues sucedió de la forma más inesperada, debía ir al Seguro Social a realizar un trámite, primero no sabía donde dejar el carro ni donde estaban los estacionamientos públicos y decidí tomar un bus de transporte público. Error fatal como lo descubrí más tarde. Las paradas no están debidamente señaladas,  todos parecían saber a dónde se dirigían los buses, excepto yo; y cuando se me ocurrió preguntarle a un policía me quedo viendo como a un bicho raro y con la cabeza me enseno la parada. Corrí para alcanzar a un bus que pasaba y por poco me atropella. Una señora al ver mi impericia se apiado de mí y me instruyo en este difícil arte de desplazarse en el transporte público. Independientemente de lo que diga el letrero principal del bus, hay que fijarse en los cartelitos que están en la parte inferior del parabrisas y así saber cual bus tomar. Claro que apenas se podía leer en ellos y  luego de que pasaron cinco buses al fin descubrí el que me llevaría al Seguro Social. Subí pero no sabía cuanto costaba el pasaje, con vergüenza pregunte tímidamente cuánto cuesta, la señorita me miro con una mirada asesina, me dijo 25 centavos y pagué, casi me caigo al suelo cuando el bus arrancó, me agarré de un señor que trató por todos los medios de librarse de mi repentino abrazo, lo solté y como pude me sostuve del pasamanos, como trapecista ruso. Luego de un sinfín de pequeños percances, llegué a mi destino y tuve que bajarme de prisa porque los de atrás me empujaban y me gritaban ¡Apúrese que nos atrasamos!
El edificio del Seguro siempre me pareció grande, no tanto por su tamaño cuanto por la cantidad de gente que siempre se ve en él y ahora no fue la excepción. Una cola inmensa al ingreso me indicaba que no era un buen día para mi trámite, con todo, hice la cola solamente para preguntar en que ventanilla podía hacer mi trámite. Me dijeron que en la ventanilla general y allí me dirigí, por supuesto era la ventanilla con doscientas mil personas que esperaban unas de pie y otras sentadas. Descubrí que es todo una ciencia saber qué se hace en cada ventanilla, y los que ya saben cómo se mueve esta parafernalia burocr’atica, se preparan con anticipación, unos llevan revistas, otras tejidos, uno que otro libro y la mayoría periódico. Pensé que debí llevar la libreta donde anoto lo que debo hacer en la semana con esa manía de planificar las cosas. Tuve que esperar, tan solo, 70 turnos porque mi cola no era tan larga y descubrí además como conseguir asiento. Hay que fijarse en las personas de la primera fila que son las que están a punto de que su turno sea atendido y apenas hacen la intención de incorporarse, dirigirse rápidamente al asiento desocupado, antes de que diez personas atentas, como una, a los acontecimientos, lo haga primero. Ni pensar que los hombres les cedan los asientos a las señoras, es cosa del pasado, ahora cada quien ve por sí mismo en este infierno burocrático. Al fin, luego de quién sabe cuánto tiempo, o lo que es lo mismo, luego de repasar las vueltas de mi vida, me tocó el turno y una señorita con cara de perdonavidas me espetó, ¿Qué quiere? Como si yo fuese su peor enemiga. Le contesté que hacer mí tramite y al fin me emitió un comprobante de pago que debía ser pagado ese día que era el último plazo. Por supuesto no podía pagar allí sino en un par de bancos o en una agencia de pago que ni de chiste estaban cerca.
Pensé enfrentarme otra vez con el transporte público, esta vez decidí tomar Trolebús porque me pareció un mejor transporte, vi pasar un trole casi vacío y me dije, al fin algo bueno.  Me dirigí al ingreso de la parada y pagué también 25 centavos, costaba igual que los buses, pensé que era una ganga porque a las claras se veía que el transporte era mejor. Vi dos colas, una grande en la que se arremolinaba mucha gente y otra en la que solo había una turista despistada y yo. Llegó un trole repleto y no creí que podría albergar a más gente, sin embargo entraron casi todos los de la cola grande y solamente la turista y yo nos quedamos en el andén que ya empezaba a llenarse nuevamente. Pregunté a una señora si todos los troles vienen igual a esta hora y ella asintió sin decir palabra mirándome con una mezcla de pena e incredulidad. Decidí entonces salir de la estación, no podría entrar y peor salir de los vagones tan repletos, me recordaron el metro de México en las horas punta, solo que aquí no había ingresos solo para mujeres. Ahora si entendí porqué decían que estos viajes eran eróticos, en esa muchedumbre todo el mundo se toca lo que puede.
Decidí tomar taxi y llegué al banco donde me esperaba una cola de tres filas de asientos y como a esa altura ya estaba llevada del diablo, salí del banco dispuesta a no dejarme maltratar más. Fui a la agencia de pago porque pensé que estaría menos concurrida y me esperaba una cola un  poco menor que la del banco pero que resultó ser mucho más lenta. Para mala suerte mía una señora ubicada justo detrás de mí y con una voz chillona gritaba como loca, le toca a usted, señora, muévase a la 1; señor muévase a la 2; no ve que la 3 ya está vacía;, me tenía histérica y nerviosa y para que no me grite delante de todo el mundo me acerqué apresurada a la primera ventanilla que encontré vacía y dije que quería pagar. El ventanillero contestó, no estoy atendiendo. Le alcé la voz para decirle que porqué no ponía un cartelito, justo antes de ver que si lo tenía y darme cuenta que había hecho un papelón. Regresé a la cola a esperar otro ventanillero. Las orejas que me ardían de la vergüenza. Al llegar por fin a mi turno me acerqué presurosa a la ventanilla solo para que un jovencito me diga que no podía pagar, porque, en esta agencia, el pago se puede hacer luego de un día de la generación del comprobante. No sé cómo me contuve y salí echando chispas. Con la misma cara regresé al banco al que originalmente había ido y ahora si tomé un  turno, por supuesto espere un chorrón de tiempo hasta que me atendieron y por suerte en el banco si cobraban el mismo día.
Al salir pensé de nuevo en la locura del transporte público y decidí que mejor tomaría un taxi. Entonces una luz se hizo en mi cabeza, soy una Hijueputa pelucona que ni siquiera sabía que lo era, pensé, y que no puede tomar ni un maldito bus, en este país de mierda. Hijueputa pelucona, rehijueputa.

jueves, 1 de marzo de 2012

Los lunes por la tarde



La muerte me visita los lunes por la tarde
envuelta en nubes grises
se entretiene cambiando tonos al paisaje,
la ignoro y me recuerdan su presencia
ojos cansados, manos extendidas, desaliento y hambre.
Vendaval de ausencias de unos que se fueron hace tanto.

La muerte me visita desde las diagonales
de caminos que no recorro
porque sé que está esperando
me recuerda su presencia el miedo a que no esté
porque duermevela sus sueños al pie de los altares.

Me encuentra manos huérfanas
olvidadas, silenciosas, vencidas
fogón frío en el que mezclo sinsabores, impotencias,
urdiendo venganzas en vinos de sangre
estrellando colibríes contra los cristales a que griten y caigan
sobre la maldad que nos marca el paso.

La muerte me visita insistente con rumor de viento gélido
me siembra cristales en los pulmones
explota granadas en mi torrente
me rompe los huesos, midiéndome, desafiante
 y me demuestra que soy nada y tampoco mis afanes,
una hoja  lejos de su rama.

A ratos ya ni duele, compañera antigua
tatúa dolores en mi alma.

No le tengo miedo
aunque hinque sus garras hondo.

Aquí tanto dolor, un lunes por la tarde.

El absurdo

Si para colmo en esta tarde
se moja tu recuerdo
en las odres del cielo que almacenan lluvia fina
pensaría, osado instante,
pretendes alterar infinita producción de nada,
de mi refugio laboral.

Si para colmo, aclaro,
entre grises encontrase aquel día
en que dibujabas despedidas en mi espalda
y tramabas razones válidas,
todas válidas, por cierto, para no encontrarnos
versos irreverentes en sábanas encarnadas.

Si para colmo fuese mayo
y tu sombra  insistente recogiese rumor de acordeones
en valses de casas que están solas,
si para colmo es mentira y no existes
un invento a darle sentido a esta  vida,
cansada de colgar absurdos en días invernales.

Entonces, solo entonces,
tendría la medida justa de lo que somos
si tu miras y yo miro desde lejos los tonos del paisaje
y bandadas de gorriones clavándose en recónditas lagunas
nos recuerdan que extraños nos habitan
memoria pálida de abras pétreas.

Si para colmo fuese mayo…

LA VIDA DESGASTADA

Si el sol de la mañana te molesta
y te levantas disminuido llevando el día a cuestas
si desde temprano empiezas
un loco trajín, un desenfrenado ir y venir
tropezando con los muebles y olvidándote las llaves,
entonces, eres alguien como yo,
uno de millones a los que la ciudad abruma
el tiempo atrapa en su telaraña
y tironean su vida a cualquier lado
un gris producto del cemento
que respira hollín y suda plástico
uno que se piensa en cortos
en una secuencia inteligible de escenas no planificadas
y en oníricos escenarios que cambian al azar.

Si tu corazón engrandecido cansado de bombear sangre
te da un susto alguna tarde
o la sangre en las arterias no puede fluir con libertad
o si te sientes asediado
y no puedes sacar la mano de la trampa,
entonces hermano, estamos embarcados en la misma balsa
que tiembla frágilmente ante el embate tumultuoso de las aguas
y la cercanía de los rápidos.

No  queda nada más que despojarnos
del inútil peso que nos empeñamos en acumular,
de mil y un necesidades
que nos rodean en este mundo absurdo
ridículas metas eternamente posfechadas
que no marcan ningún hito en la vida de la Tierra
ni en el ínfimo intervalo del latir del universo.

Somos caballos desbocados
compitiendo en el torneo del sueño de algún loco
que se quedó dormido cobijado por la luna.
Recojamos nuestros cuerpos aligerados ya tan tarde
y acostémonos a la orilla de algún río
viendo pasar un desfile de minutos
si no podemos alterar esta secuencia de tantos lunes
que nos matan sin piedad.

Hagamos una hoguera
con agendas, proyectos, planes quinquenales
dibujemos sueños en el azul de las mañanas
borremos con las nubes los contornos de los malos,
de los vivos, de los truhanes
que se cuelan hasta en eso para no perder oportunidad.

Juntemos niños que brincan por la calle
exhibiendo sus harapos
 y formemos el circo de la vida
seamos payasos, malabaristas, traga fuegos
y cobremos las entradas  con besos, abrazos y sonrisas.

Recojamos las banderas y plantémoslas en las calles
que nos recuerden que comemos  en exceso
mientras otros espantan el hambre con las manos
y pelean a codazos con la muerte.

Formemos un ejército invencible armado con deseos  y suspiros
que destruya las fronteras, elimine las ganancias
y restituya el imperio de los niños, de los juegos, de las travesuras
y con paso de vencedores,
redoble de tambores y repique de campanas
nos lleve a un futuro hermoso, impredecible
en que los adultos no opinemos, no decidamos, no manipulemos
y dejemos la vida en paz.

TARDES PAJARERAS


Tardes grises pajareras
trizan cristales...
circo improvisado,
desfile de piruetas,
contorsionistas increíbles
equilibristas sin punto de apoyo,
audaces traga fuegos
y......detrás de somnolientos ojos;
briznas avivadas por el viento
en manitas ágiles y sucias
lavando impotencias.

Me encuentro con ellos a las cinco
en plazas y avenidas
y a las siete de cronos y cuadrantes
me reciclo en penas.
En las noches, cuando duermo,
remordimientos cítanse en sueños.

Me miran ahitos sus ojitos de orfandad
y responden lágrimas mi  espera
en desesperas.
Nos reconocemos
y regresamos por diferentes rutas
a una casa que ya no es una,
ni de nadie;
es de todos, cobijada de silencios.

Me pregunto: ¿Dónde van mis niños?
¿a cuál alcantarilla?
¿a cuál rompecabezas de cartón?
¿a cuál puente sin barandas?
¿a cuál lecho donde nadie espera
 con senos de amor materno?.

Veleta deambulo, repaso
ciudades fantasmas, indolentes
sin brújulas, ni cuadrantes,
ciegas cuadrículas de hormigón
que llegan siempre al Centro.

Sé que al voltear en cada esquina,
el eco de sus risas me esperarán
y me dejarán campo árido,
marchitas retamas,
seca mi garganta,
y humedecidas mis pupilas.

En plazuelas y avenidas
sigue el circo improvisado,
con desfile de piruetas,
contorsionistas increíbles
audaces traga fuegos,
equilibristas sin punto de apoyo
Y......detrás de mi alma
-a horcajadas-
 somnolientos ojos
de mis niños de la calle.

ANDRES


Andrés pasea hambres
y abriga fríos
por avenidas de tristeza
y rezagos de sol, tras persianas,
grafican arcoíris en sus pupilas negras.

Andrés, trampolín de nadas
con Hadas ciegas o tuertas,
equilibrista necio de las noches,
vigía terco cual  marea loca,
lanza preguntas -como red de pesca-
que van y vienen llenas de sal y viento
a perforar tímpanos de piedras.

Andrés, tardes densas en  mi pecho,
Andrés, manos flacas secuestradas
en bolsillos rotos,
acaricia juguetes de papel regalo
y globos desgastados en ferias infantiles
donde jamás fuera invitado.

Andrés y yo somos uno.
Andrés no me deja reír cuando canto.
Lo descubrí hace poco
mientras golpeaba vitrales
de mi indiferencia
comiendo un chocolate.
Lo descubrí volcando
su arsenal de ternura
sobre mi osamenta gris.

Lo descubrí cuando abrazando
a mis hijas, lo esperaba y sentía
en el cruce de mi hastío y desconsuelo.

Oculto mi vergüenza
tejiendo alfombras de flores
a cubrir de fino olivo
su carne de ovejita tierna.

Acomodo su cabello lacio
y rebelde en rulitos rosa té
y dulce como tierna, esparso
rocío que traen en su picos
cientos de traviesos colibríes.

Andresito, mañanas dagas,
rulitos rosa, ojos sin pupilas
revoloteando nubes,
arrastrando sueños por oscuras vías
buscando flor de su destino
que germine en su pecho
y también en el mío.

En el tuyo,
¡En todos!

ANGUSTIA

Cual garfios las  manos apretadas
boas constrictoras cerrando la garganta
a impedir el flujo normal de la saliva
preguntas imperiosas chocando en las neuronas
retornando fuertes sin respuesta
para estrellarse insistentes en el frágil cristal del mediodía.

Rígidos músculos y tendones
adheridos con furia a los huesos
torturando y consumiendo
la poca vida que perdura en  el espacio lacerado de la carne.

Absurda vidas atadas a la rutina
luchando por cada bocanada de aire que entra a los pulmones
lámparas intermitentes que titilan
consumiendo rezagos de energía
almacenada en épocas remotas
cuando corríamos desnudos por el prado.

Pequeños ladrillos apilados
unidos con paciencia de artesano
estructura colosal que nos recuerda
que somos un corte del paisaje
una huída
un mal recuerdo de la porfía
de un esquizofrénico arquitecto atrapado en su delirio.

Parece tan fácil liberarnos ya de todo
bastaría abrir puertas y ventanas
inundarnos los ojos de montañas
atarnos al viento persiguiendo sueños
locos sueños aventureros
que saquen piratas escondidos 
de los absurdos barcos de la nada.